Hay estudios que afirman que lo que determina el desempeño de nuestra cartera de inversión no es saber qué empresa o qué activos concretos serán los más rentables en los próximos años — security selection — ni tampoco cuándo será el momento idóneo para comprarlos — market timing. Lo importante realmente es el Asset Allocation que elijamos, es decir, ser capaces de diseñar una distribución de activos que nos proporcione la diversificación y descorrelación necesaria que nos permita estar protegidos ante cualquier eventualidad que pueda darse en el futuro y nos proporcione una rentabilidad adecuada a nuestros intereses, protegiéndonos, cómo mínimo, contra la inflación.
Con diversificación hablamos, básicamente, de no poner todos los huevos en la misma cesta. Si yo apuesto todo mi dinero a una empresa pensando que se va a revalorizar mucho en los próximos años, tal vez me equivoque, quiebre y pierda todo mi dinero. Sin embargo, si invierto en un amplio número de activos — por ejemplo las 500 empresas más grandes de los Estados Unidos a través de un fondo — y una de las compañías quiebra, el impacto sobre el total de mi capital será minúsculo y el resto de compañías compensará, por decirlo de alguna manera, las pérdidas que ésta me hubiese podido ocasionar.
La diversificación es el mejor antídoto contra la ignorancia: si no sabemos predecir el futuro — cosa que no es fácil — lo más práctico será comprar una gran cantidad de activos que nos ayuden a evitar grandes equivocaciones. Puro sentido común.
La descorrelación va un poco más allá. Imagina que compramos un fondo de 500 empresas pero todas ellas pertenecen al sector de la automoción. En términos de diversificación parecería un número lo suficiente grande como para estar protegidos ante cualquier equivocación pero ¿qué pasa si entramos en un ciclo de bajo consumo que afecte a la venta de coches? Probablemente, la gran mayoría de las empresas del sector — si no todas — se verán afectadas y el impacto negativo en mi cartera será inevitable. En este caso habremos diversificado ampliamente pero no lo habremos hecho de manera inteligente.
Con la descorrelación lo que buscamos es precisamente, diversificar de manera óptima. ¿Cómo?, mezclando activos que tengan comportamientos distintos en una misma coyuntura de mercado. Me explico. Imagina ahora que en la economía sólo existen dos empresas: una que fabrica gafas de sol y otra que fabrica paraguas. Es de esperar que en épocas de mucho sol la empresa de gafas aumente sus ventas y, en consecuencia, también lo hagan sus beneficios y la rentabilidad para sus accionistas, mientras que la de paraguas verá cómo sus ventas se resienten. Y en épocas de lluvia sucederá previsiblemente lo contrario: la empresa de paraguas crecerá mientras que la de gafas de sol lo pasará mal. En este caso, si lo que queremos es no arriesgarnos a que nos venga un periodo demasiado largo de sol o de lluvia, y que nuestra apuesta pueda salir mal, lo que haríamos sería invertir la mitad en la empresa de gafas y la otra mitad en la de paraguas, así nos aseguramos una rentabilidad media pero con la tranquilidad de que si el periodo de lluvias o de sol se alarga en exceso, las pérdidas se atenuarán.
En gestión de carteras a largo plazo con un enfoque “pasivo” lo que buscamos, en general, es diversificar con activos que estén descorrelacionados, precisamente para estar protegidos lo mejor posible ante cualquier eventualidad. Normalmente esa “mezcla” inicial se hace entre acciones de empresas (Renta Variable) y deuda Gubernamental (Renta Fija gubernamental) ya que son dos clases de activos que suelen tener una adecuada descorrelación. Pero no son las únicas que se pueden incluir en una cartera. Hay otras como los inmuebles, materias primas, deuda corporativa, divisas o incluso el oro. De hecho, esta última, el oro, es un activo muy utilizado en inversión ya que nos aporta muy buena descorrelación con el resto de activos además de estabilidad en épocas de gran incertidumbre. ¿Por qué?,
El oro ha sido el mejor dinero que ha tenido la humanidad en toda su historia. Que fuese un metal escaso, fungible y muy deseado lo convertían en un bien fantástico para satisfacer las tres necesidades que todo buen dinero debe satisfacer:
- Servir de medio de cambio: que lo podamos utilizar para intercambiar bienes y servicios.
- Proporcionar la preservación de su valor: que nos permita postergar el consumo sin que su valor se reduzca con el paso del tiempo.
- Servir de unidad de cuenta: que nos permita expresar en una misma unidad los precios de los diferentes bienes y servicios.
Sin embargo, para los políticos, el oro no era tan buen dinero como podríamos imaginar. Como dijo Harry Browne, autor del libro “Permanent Portfolio”, “el oro a un político es lo que el agua bendita a un vampiro”. Esto se debe a que su oferta esta bastante limitada y les impone un especie de “corsé” a sus ilimitadas pretensiones de gasto.
Un político, si quiere financiar sus ideas, esencialmente puede hacer tres cosas:
- Aumentar los impuestos a los ciudadanos — lo cual no siempre es lo más popular.
- Pedir dinero prestado a inversores a cambio de darles una rentabilidad — aunque la deuda al final hay que pagarla y el dinero tendrá que salir de los impuestos, ya sea de los contribuyentes presentes o futuros. Y/o,
- Crear mas dinero —“Imprimirlo ” — para así tener más disponible y gastarlo como tú quieras.
Como se puede intuir, la tentación de los políticos por abandonar el patrón oro para transitar a otro modelo que les permitiese imprimir moneda a su criterio era muy tentador. Como dijo Saifedean Ammous, autor de El Patrón Bitcoin, “Tener la capacidad de imprimir dinero, literal y figuradamente, incrementa el poder de cualquier gobierno, y cualquier gobierno busca todo lo que le dé más poder”.
Así fue como, en 1971, el Presidente Nixon rompe definitivamente con el patrón oro y establece un modelo monetario basado en la fe en los Estados que permitiera además, incrementar la oferta monetaria todo lo que ellos estimasen oportuno.
Pero claro, todo tiene sus consecuencias…
La devaluación del dinero y la inflación.
Cuando se aumenta la cantidad de “algo” — en este caso, del dinero — ese “algo” pierde valor, se devalúa. Esto es algo evidente que hasta un niño de cinco años podría entender (¡Que me traigan un niño de cinco años!). Pongamos un ejemplo:
No sé si recuerdas los cromos de futbolistas que coleccionábamos cuando éramos niños. Algunos escaseaban tanto que cotizaban a precios astronómicos. Tenerlos era de privilegiados. Otros, sin embargo, abundaban y nadie los quería. Había demasiados. Casi los regalabas sin pedir nada a cambio.
Imagina que hoy, el cromo más valorado de todos es el de Joaquin, el del Betis, y el que menos, el de Messi. ¿Por qué?. Fácil, a parte de que Joaquin es mucho mejor futbolista que Messi, de Joaquín solo se imprime un cromo de cada mil mientras que de Messi se imprimen novecientos (1/1000 vs 900/1000). Ser propietario de un Joaquin te convierte automáticamente en uno de los niños más ricos y afortunados del colegio. Si quisieses, podrías intercambiar ese Joaquin por lo que se te antojase: bocadillos gratis hasta final de curso, ser el capitán del equipo…lo que se te ocurriese.
Ahora imagina que un fatídico día observas estupefacto como empiezan a aparecer Joaquines por todos lados. Por lo que sea, la empresa de cromos decidió cambiar su política “monetaria” y ahora imprime novecientos Joaquines por cada mil cromos. ¿Qué crees que pasará ahora con tu riqueza? ¡Exacto!, se esfumará de la noche a la mañana. La política basada en el aumento de la oferta de Joaquines ha provocado que los antiguos Joaquines perdiesen todo su valor, y tú, que lo conservabas con cariño para intercambiarlos el día de mañana, ves como su valor te lo arrebataron sin ni siquiera la necesidad de quitártelo físicamente. En términos nominales sigues teniendo el mismo número de Joaquines, pero en términos reales, tu Joaquín ya no vale nada.
Así funciona más o menos el dinero actual que todos conocemos. Con eso de que la oferta monetaria se pueda incrementar al gusto de los políticos, lo que consiguen es que nuestro poder adquisitivo se vaya diluyendo con el paso del tiempo. Ese incremento de la masa monetaria se conoce como “inflación” y, en último término, se traslada al aumento de los precios de los bienes y lo servicios. La inflación hará que, si hoy con 100 euros puedes comprarte cinco libros, dentro de 10 años, con esos mismos 100 euros tan sólo podrás comprarte tres. Es un impuesto silencioso que afecta a nuestra capacidad adquisitiva sin que nos demos apenas cuenta.
Muchos inversores, a parte de tener acciones de empresas o deuda de los gobiernos, mantienen una parte en oro por si entramos en una espiral inflacionista. Que le pregunten a los venezolanos lo que es ver que tu dinero cada día vale menos.
El oro proporciona estabilidad y seguridad ya que ha sido el dinero más sólido que jamás haya existido, al menos hasta día de hoy, porque la irrupción del Bitcoin puede poner en peligro esta hegemonía de la que ha disfrutado el oro como reserva de valor.
Bitcoin y el nuevo oro 2.0.
Bitcoin es un extraordinario invento tecnológico, basado en criptografía, que permite transferir valor de forma digital y segura. Es una nueva forma de dinero descentralizado e independiente de los Gobiernos con, además, una cualidad muy importante: su oferta está absolutamente limitada. No hablamos de una tasa de crecimiento pequeña como podría ser la del oro, me refiero que en su diseño esta programado para que no se puedan “imprimir” más de 21 millones de Bitcoins. Esto la convierte en una moneda deflacionaria cuyo valor tenderá a apreciarse con el tiempo, y no a devaluarse, siempre y cuando su uso se siga generalizando.
Bitcoin podría convertirse en el mejor dinero que jamas haya existido, incluso mucho mejor de lo que lo fue el oro. Cada día son más las personas, empresas, grandes instituciones e inversores que atesoran Bitcoins como reserva de valor, y cada día crece el número de comercios que lo aceptan como medio de pago.
En cuanto a su coeficiente de correlación con el resto de activos también tiene muy buenas propiedades. En el siguiente cuadro, podemos observar el coeficiente de correlación de las principales clases de activos, incluido el Bitcoin.
Si el coeficiente es igual a 1, quiere decir que ambos activos se mueven en la misma dirección y con la misma magnitud — si una sube un 10% la otra también sube un 10%. Si es igual a menos uno, querrá decir que se mueven con igual magnitud pero en distinta dirección — si una sube un 10% la otra bajará un 10%. Y si es igual a cero no habrá relación entre los movimientos de ambas.
Del coeficiente de correlación del oro y el Bitcoin, podemos destacar tres cosas:
- Que el oro mantiene buena descorrelación con el resto de activos, tal y como habíamos apuntado antes.
- El Bitcoin presenta incluso mejor descorrelación con el resto de activos que el oro.
- El coeficiente de correlación entre el Bitcoin y el oro es muy bajo (0,24).
¿Y que podemos sacar de todo esto?
La primera reflexión que podemos extraer de todo esto es que, efectivamente, el oro sigue siendo un buen activo para una cartera de inversión, tanto por su descorrelación con el resto de activos como por su función histórica de reserva de valor. Como dijo el famoso gestor de fondos Ray Dalio “en un entorno caracterizado por una presión cada vez mayor sobre los políticos de todos los países para que impriman más billetes y aumenten el gasto, el oro desempeña un papel fundamental como protección en las carteras de inversión”.
Y segundo, aunque al Bitcoin aún le quede recorrido para consolidarse como Dinero sólido, podemos empezar a tomárnoslo muy en serio como inversión a largo plazo. Nassim Taleb, autor de “El Cisne Negro” y “Antifragil” dijo que “la mera existencia de, Bitcoin es una póliza de seguro que recordará a los gobiernos que el último objeto que el establishment pudo controlar, es decir, la moneda, ya no es monopolio suyo. Lo cual nos proporciona a nosotros, la multitud, una póliza de seguro contra un futuro orwelliano”.
En definitiva, en un contexto de desenfrenada expansión monetaria por parte de los Bancos Centrales y bajos tipos de interés, es de esperar que, tarde o temprano, la inflación empiece a manifestarse. No es normal que este experimento monetario se mantenga para siempre. Por todo esto, y aunque nunca sepamos qué nos deparará el futuro, se hace imperativo buscar formas de inversión capaces de preservar nuestro dinero.
Valore incorporar en su cartera de inversión una porción de Oro y/o Bitcoin. Algunos inversores estiman que la proporción destinada debería alcanzar el 25%, otros tan sólo un 5%. En cualquier caso, parece sensato prepararse para cualquier escenario, incluso el peor, por eso Bitcoin y el Oro deberían tenerse muy en cuenta. Nunca se sabe lo que nos deparará el futuro.
Perdón por mi ignorancia, estoy de acuerdo en que el Bitcoin es una moneda limitada, pero ¿no lo son también otras criptomonedas? Si es así, ¿por qué debería de ser el Bitcoin la cripmoneda refugio y no cualquier otra que también esté limitada?.
Saludos
El bitcoin es el gran desconocido para muchos, entre los que me incluyo, me parece tenemos un escritor común como referencia, Nassim Taleb, estoy muy pendiente de tu página y estoy suscrito en youtube (eres mi única suscripción en trading), soy operador VSA y método Wyckoff…
He leído tu libro y la traducción de Tom Williams, dos imprescindibles para mí, si no es mucho pedir, ¿que libro me recomendarías que sea uno de tus imprescindibles?
Un saludo y un fuerte abrazo.
Hola José
Disculpa me atrevo a contestar primero que Enrique al cuál llegué por otro referido que al igual que yo se inclina por la rama de precio y volumen, al momento de hacer análisis técnicos.
No soy experto en Criptomonedas pero diría que Bitcoin por ser la pionera, su limitación de minería y su sistema costoso anti fraude, sin embargo yo adicional del Bitcoin tengo en mi asset allocation a Etherium que considero va a evolucionar con una nueva versión que le puede dar una mayor fuerza en muchos aspectos, también en Defi Pulse que es un buen fondo de Criptomonedas de las monedas de Etherium (es como un SP 500). Creo que este trío de criptos puede ser una ventaja a un plazo de 5 años mínimo.
Igual para poder dar una opinión sobre una u otras criptomonedas es complicado porque hay que analizar mucho cada proyecto pero en definitiva es recomendable empezar por la que tiene más comunidad e información.
@joseman48358326
Genial artículo Don Enrique, ya veo que se ha empapado bien del tema, tan solo un matiz, el dinero en sí también requiere que tenga una portabilidad, la cual con Bitcoin es mucho mejor que la del oro; solo se necesita internet. Un saludo, desde Molina de Aragón.
Hay varias razones, pero quizás para resumir, la más importante es «el efecto red». Bitcoin es software open source. Cualquiera puede copiar el código y crear su propia moneda «pepecoin»… pero ya llega tarde. Bitcoin fue la primera y así ha sido aceptada (Lo mismo que Facebook es la red social más utilizada… fue la primera). Su red es la más grande y cuanto más grande más fuerte se vuelve. La red bitcoin consume electricidad como todos los Paises Bajos y tiene mayor capacidad de calculo que todos los servidores de Google. Ya se ha hecho suficientemente grande como para ser desbancada por cualquier otra criptomoneda.
Excelente artículo, de gran valor: Gracias Enrique por compartilo